domingo, 10 de julio de 2011

FRYDERYK CHOPIN: HAY QUE IR TRAS LOS SUEÑOS, TRAS LOS CÁNTICOS DEL CORAZÓN

 

Sergio: Hola Fryderyk. Te he sentido presente estos días y para mí es un gusto poder darte la palabra.

Eres el máximo representante del Romanticismo, el que ha conseguido conocer al piano como ningún otro compositor de todos los tiempos. Nadie ha podido igualarte aún y eso te distingue.

Pero también lo hace tu sensibilidad extrema, tu manera de ir por la vida, la que finalmente te llevó a la muerte física, legando un tesoro musical que hoy es guía de todo aquel que se precie de tocar el piano.

Fryderyk, cuéntanos tu vida, tu sentir; tu relación con Polonia; tu relación con la escritora George Sand y la manera en que ahora ves tu paso por Tierra, de cara al actual estado de conciencia de la humanidad despierta. Adelante, querido Fryderyk.

Fryderchopinyk: La música, el piano y mis sentimientos profundos, marcaron mi paso por Tierra, allá por el Siglo XIX. Tuve muchas ayudas de seres de la vida de entonces y de seres que no estaban encarnados. Sin embargo, me costó, y mucho, poder congeniar mi mundo interno –riquísimo- y mi mundo exterior, apabullado por mi gran timidez y el hecho de ser un ser altamente sintiente.

Esa híper sensibilidad me ayudó con mi obra, pero destruyó mi vida en Tierra. Ya desde pequeñín me quedaba debajo del piano de mamá, alimentándome de sus notas, de sus bellos pasajes sobre el teclado.

Fui un niño precoz. Fui un niño del todo sensible; tanto, que lloraba abiertamente con la música exquisita de entonces. ¡Cómo me marcó siempre esa sensibilidad! Me volví rápidamente tímido. De cara a mi interior, desarrollé una vida exquisita, pero de cara al exterior, esa exquisitez no supe mostrarla bien, no supe encajarla en la vida de relaciones, con los demás.

De la única manera en que pude compatibilizar ambos mundos fue con mi música. Beethoven y Mozart, en mis comienzos, me dieron la inspiración clásica. Más adelante, lo haría John Field. Fueron mis tutores, ni bien comencé a caminar mi estrecha relación con la música.

¿Amores? En verdad, tuve uno solo y muy intenso. Fue con el piano. Logré conocerlo y comprenderlo como nadie entonces, y como nadie lo ha hecho aún. Lo sé. Pero así como fui un completo genio y establecí una relación de extrema exquisitez con él, no pude hacerlo con la gente que me rodeaba.

Mi primer amor humano fue una mujer a la que nunca pude expresárselo; es más, jamás supo que la amaba tan profundamente. Konstancja (estudiante de canto en el conservatorio), mi bella, Konstancja. De ese amor nacieron muchas de mis obras; era la manera de relacionarme con ella, mediante la música.

Paganini, ese virtuoso, me atrapó con su magnífica manera de ejecutar el violín. Él conseguía extraer de su caja de resonancia unos sonidos, compases y escalas que me dejaron absorto. Claro, me propuse hacer lo propio con el piano y vaya si lo conseguí. Mi estudio n° 1 op. 10, fue mi manera de agradecerle lo que me abrió en mi expresión con el piano.

Sergio: Fryderyk, ¿qué te ha movido tan profundamente en tu relación con el piano? ¿Qué fue lo que en él encontraste que se convirtió en tu único compañero y confidente?

Fryderyk: ¡Ah, mi piano, mi amado piano! Tantas veces lo he odiado como a nada ni a nadie entonces. Mi relación con él fue mi verdadero amor, lo confieso. Me sentí atraído por él desde que recuerdo y puedo decir que lo he comprendido como nadie entonces. Fue mi medio para expresar el sentir tan sensible y profundo que desarrollé en mi interior.

Él, el piano, por medio de mis composiciones, es mi más fiel expresión de quien he sido entonces. Mi tristeza, mi incapacidad de mostrar a los demás mis sentimientos, mi amor por Polska (Polonia) lo he dejado muy claro en mi posición como patriota y como músico. Mis polonesas, mis mazurkas; las obras populares que volqué en el piano, entrelazándolas con mi sentir, realmente muestran ese amor por mi tierra, amor que nunca me abandonó y que sigo sintiendo, más allá del tiempo.

El piano, querido mío, es un instrumento muy particular. Podría asemejarlo a un verdadero galimatías de cuerdas, martillos y clavijas, muy ordenadas, eso sí, que sus blancas y negras notas seducen a todos quienes se le acercan, sepan o no tocarlo.

Cuando me sentaba delante de él. Cuando me disponía a relacionarme con él, me sentía seducido como nada me ha seducido jamás. Él me invitaba a acariciarlo, a tocarlo, a golpearlo por momentos; era sentarme ante él y olvidarme del mundo al que no podía y no conseguía adentrarme, al mundo humano de sociedad. Entonces, ni bien mis manos se acercaban a él, mis dedos comenzaban a picarme, comenzaban a meterse en el alma del instrumento. Ya nada era más importante que correr con él y unir mi sentir con su expresión, aquella expresión que solo pude darle a mi vida a través de él.

Sí, tristeza y melancolía son parte de mis composiciones; pero también la sensibilidad delicada, refinada y suave, con arrebatos de exaltación totalmente sinceros, debo decirlo. Mis composiciones gritan el dolor y la angustia del alma humana incapaz de expresarse con un igual; pero también, expresan un recóndito deseo de paz, de paz.

Ser un hombre sintiente en profundidad, viviendo en un mundo humano indiferente y lleno de fría lógica, termina por minar la vida física hasta finalmente dejarla. Para mí fue más atractivo la ilusión y el idealismo, que esa vida humana sin sentir. Es muy difícil combinar ambas cosas; yo, no supe hacerlo, claramente no.

Mi música debe ejecutarse con precisión, si se la exagera, los matices se ensombrecen; cuando se altera, se deforma mi intención; para que sea viva, mi música tiene que contar con el estado de ánimo propio. De nada vale tener técnica, que es lógica, si no se vuelca en mi música el sentir exquisito que brota del corazón. Por eso, mi música es muy difícil de expresar; no cualquier pianista puede conseguirlo, pues es principalmente sentimiento volcado en notas, sentimiento volcado en el cuerpo, con el alma en los dedos, gustosa y a la vez apática de correr por el teclado; de caminar por él; de dejarse estar en silencios que traen tanta paz…

Sergio: Fryderyk; ¿te animarías a contarnos tu relación con la escritora George Sand?

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Ah; el fogoso Franz (Liszt), mi complemento en la música de piano, pero mi amigo del corazón (se refiere a que así como él es el romántico cadencioso del piano; Liszt, es reconocido como el virtuoso de la expresión fogosa, tremenda del sentir, volcado al piano). Él fue quien nos presento.

Amandine (George era su seudónimo de escritora) era todo menos femenina; vestía como hombre, andaba como uno, se codeaba con la alta sociedad, pero era una escritora excelente. Debo reconocer que ella me causó una impresión muy desagradable. Es más, no sabía si era un hombre o una mujer.

Ella tuvo la misma impresión de mí, ya que poco después supe que ella no sabía si yo era un hombre o una mujer. Pero lo cierto es que con cierta rapidez, terminamos viviendo juntos, ella, yo y sus dos hijos de su matrimonio.

Vivimos varios años unidos; para ella fui alguien importante con relación a sus dos hijos y para atemperar su fogosidad y manera de ser. Debo decir que me sentí contenido y amado a su manera; además, ella fue mi sostén con mi enfermedad muy avanzada. Pasamos en Mallorca un invierno inolvidable. Me siento muy agradecido a la vida por acercármela a la mía y darme así la posibilidad de vivir lo que todo ser humano está llamado a experimentar en la vida de relación.

En su presencia y con su apoyo, logré componer muchos de mis nocturnos, preludios y mazurcas; ella fue una magnífica compañera y creo que en algo yo pude acompañarla a ella y a sus dos hijos, que sin mi presencia, la hubieran abandonado pronto. En Mallorca se confirmó mi mal incurable, la tuberculosis.

Amandine, siendo tan fogosa e indómita, se encontró conmigo, frágil en mi cuerpo, pero firme en mi interior; creo que ella encontró en mí al único hombre que la supo acompañar, que la supo contener y reconducir. Sus celos y modos, tan propios de una artista como ella, la sumieron en muchos sinsabores innecesarios. Por mi parte, debo también decir que sé que no he sido fácil para nada.

Mi vida siguió ya sin ella y nada volvió a ser igual. Viajé a Londres, el mundo de la Revolución Industrial. Allí, la música era mecánica, como las máquinas inglesas a vapor. Qué salvajismo extremo, qué falta de sentimiento y de cuidado por la música… (se queda nostálgico)

Sergio: Fryderyk, para ir cerrando ya tu conversación, me gustaría que nos comentaras tu sentir con respecto a lo que es seguir el impulso del corazón, como tú lo seguiste en tu vida como compositor.

Fryderyk: Bueno, seguir al corazón en un mundo tan sin sentido como es el mundo humano de la Tierra…, requiere de coraje, de valor y de mucha determinación. Se trata de pararse ante el mundo para decirle quién es ese corazón sintiente al que generalmente la sociedad aborrece porque le hace doler.

Sin embargo, si se persiste y se consigue unificar ese palpitar interior que te impele a hacer lo que sientes hacer, entonces te regocijas en tu obra, en tu creación más pura. Seguramente no será bien recibido el modo de hacerlo, pero no menos cierto también es que si no se escucha y sigue el dictado del corazón, ¿qué sentido puede tener la vida tan miserable, lúgubre y chata que ofrece la sociedad del momento?

Hay que ir tras los sueños, tras los cánticos del corazón; él sabe, mejor que nadie, qué es lo que estamos llamados a caminar en la vida en Tierra. Vida, que se nos presenta con tantos momentos duros y otros pocos hermosos, pero que nos dan la impronta de nuestra existencia, la que nos hace quiénes somos y cómo deseamos vivirla.

Yo me refugié en la música para expresar mi sentir tan profundo e incomprendido, pero cierto es también que si uno no logra expresarlo, se queda en el interior, corroyéndolo hasta la muerte.

Exprésense en su genuino sentir, dejen que se manifieste como el corazón llama que lo hagan, quién mejor que él para hacerlo; quién mejor. Como seguramente diría Amandine: “la inteligencia busca, pero quien encuentra es el corazón”.

Yo, Sergio, me he sentido muy revuelto emocionalmente mientras recibía a Chopin.

Sergio: Fryderyk, ¿por qué has venido a mí? ¿Por qué me has elegido a mí para expresarte? ¿En qué punto sientes que tú y yo somos afines en la dificultad de expresar ese sentir en el mundo que nos rodea? Tú lograste expresar tu sentir mediante el piano; ¿qué consejo me das a mí para poder expresar mi sentir?, porque sé que no es casual que hayas llegado ahora a mi vida. ¿Por qué sientes que me revuelves tanto? ¿Qué nota estás tocando con tu piano dentro de mí?

Fryderyk: A las dos primeras preguntas te responderé que ha sido simplemente el rastro energético tuyo el que me guió hacia ti. Para poder expresarme como siento, he de hacerlo por medio de un ser también sintiente, y tú lo eres.

El punto aquél en el que nos tocamos, es el que nos dificulta en la expresión con los demás, es el que te ha llevado a vivir la vida con una riqueza pocas veces vista en la Tierra. Esa riqueza es muy amplia, como amplia es la estrella que te sostiene, y el Amor que te conduce. Mar es tu contención, como la mía ha sido la música y Amandine.

Yo, encontré en el piano mi medio de expresión, el que me dejó paz, al menos. Tú, lo tienes en tu arte de escribir, de cantar, de conducirte en la Naturaleza. Síguelos, porque es en ellos que podrás alcanzar paz.

Tus dos últimas preguntas son un tanto complejas de responder. No es una nota la que toco dentro de ti, ¡es un concierto! Te revuelvo porque tú, como yo en mi tiempo, no sabes de qué modo ubicarte en el concierto de la vida humana. Has intentado muchísimos modos; todos fracasaron para contigo, aunque no para con los demás.

La paz contigo es aquella que logras alcanzar cuando finalmente abandonas la búsqueda de modos de expresión que los demás puedan comprender. En mi caso, la música fue como yo conseguí hacerme oír en mi interior y de allí a mi exterior, aunque nadie pudiera realmente sintonizar conmigo, nunca. En el tuyo, has de buscar tu propia nota y modo de expresión para contigo mismo, primero, para luego verterlo en el exterior de aquel modo más próximo a tu sentir genuino y que los demás, aunque no te logren comprender, al menos, te verán exponiéndote en quien eres, en el modo que decides hacerlo.

Mar: Querido Chopin, cuánta razón del corazón tienen tus sabias palabras para Sergio, un ser tan cercano a ti, tan afín con tu exquisita sensibilidad. Gracias por tu aporte a la Grandeza de la Conciencia Humana, gracias.

 

UNA HERMOSA MUESTRA DE LA MÚSICA DE CHOPIN

Valentina Igoshina, Chopin, Fantasie Impromptu do menor, op. 66

http://www.youtube.com/watch?v=qa0Z6g1XJkU&playnext=1&list=PLF00755237C935A74

 

viernes, 8 de julio de 2011

MARTÍN LUTERO KING (MARTIN LUTHER KING)

Sergio: Hola, Martin. Es un gusto para mí recibirte en este día. Un puñado de seres crísticos estamos recibiendo a personalidades de la vida humana que ya no están físicamente con nosotros, pero sí en nuestros corazones.

Tú, con tu activismo por los derechos humanos de los afroamericanos, has sido un puntal, junto a una deliciosa dama, la señora Rosa Parks. Ambos dieron una lección al mundo, muy próxima en el tiempo, a la que dio el indio Gandhi.

Cuéntanos, querido Martin, cómo fue tu vida desde el punto de vista del sentir, del corazón, aquel que te movió tan profundamente a generar cambios de conciencia en un pueblo dominado por el racismo, la segregación de color y religiosa. Adelante.

Luther KingMartin: Es para mí una oportunidad deliciosa la que me ofreces. Como sabes, mientras estuve encarnado en Tierra, fui un orador muy bueno y movilicé a todo el sur de una nación, entonces la más poderosa, para detener la segregación racial, cultural y religiosa.

Eran tiempos muy convulsos. La II Guerra acababa, con sus profundas consecuencias; en India, Gandhi daba un ejemplo de no violencia; mi país se enfrascaba en otra guerra fratricida: la de Vietnam. Pero también, de puertas adentro de mi país, las consecuencias de la guerra mundial dejaban entrever que las cosas no serían fáciles para la porción afroamericana de los estados Unidos. Ten en cuenta que proveníamos del pueblo esclavo que fue llevado a las plantaciones del sur, y hasta mis tiempos –mediados del Siglo XX- no se nos consideraba realmente libres.

A muchos podrá perecerles mentira, pero por entonces, un afroamericano no podía ir a una escuela con blancos, ni ir al cine, o a una fuente de soda donde hubiera blancos; tampoco viajar en un autobús con ellos. Los trabajos eran pagados con miseria y nuestra vida no valía absolutamente nada.

Eran tiempos del Ku Klux Klan (KKK), una organización que promovía la supremacía de la raza blanca, la xenofobia y el racismo. Con frecuencia, sus miembros utilizaban el terrorismo, la violencia y actos intimidatorios, como la quema de cruces, para oprimir a sus víctimas.

En ese caldo de cultivo, mi corazón me llevó a hacer todo lo que hice, todo lo que dije, todo lo que finalmente movilicé para que se estableciera la declaración de los derechos civiles en Estados Unidos. ¿Sabes cómo comenzó todo? Con un acto heroico, valiente y profundamente inspirador de una dama exquisita a la que llevo en mi corazón, la señora Rosa McCailey Parks.

Ella, cuando los afroamericanos debíamos viajar en la parte trasera de los autobuses, se negó a cederle su asiento a un hombre blanco. El conductor detuvo la unidad y la quiso obligar; ella se negó. Por ese acto, fue multada y encarcelada. Al salir, en conjunto, iniciamos un activismo muy intenso con el boicot pacífico a la empresa de transporte de Montgomery. Ese boicot duró poco más de un año; finalmente, la Justicia falló a favor del movimiento pacifista y declaró la finalización de la segregación en el transporte público. Era nuestro primer gran logro, con repercusión global.

Recuerdo tan bien aquel día en que nos abrazamos y lloramos por nuestra primera gran victoria, la que nuestros corazones nos impulsaban a ganar pacíficamente. Tras ese hito, y en lo sucesivo, me encarcelarían muchas veces, recibiría golpes y amenazas terribles, entre otros, de KKK. Finalmente acabaría mis días en Memphis, ejecutado por un hermano blanco.

Pero quiero reconocer al motor de mi corazón. Tuve la oportunidad de viajar a India, viaje que trasformó mi vida. Allí pude respirar y sentir el satyagraha, y desarrollar más claramente mi comprensión del principio de persuasión no violenta de Gandhi. A mi regreso a casa, determiné utilizar ese modo pacifista, como principal instrumento de protesta social.

Sergio: Pero, Martin; tu movimiento pacífico por los derechos también tuvo fuertes contras del propio pueblo afroamericano, particularmente de la facción musulmana. ¿Cómo resolviste ese asunto?

Martin: Debo decirte que era un hombre apasionado con mi sentir y con mis ideales de libertad. Viví toda mi infancia y adolescencia con el miedo y el desprecio al blanco. Todo mi pueblo lo vivía así. Cuando crecí, y ya en mi función de ministro baptista, entré en contacto con la verdadera situación. Nosotros mismos estábamos divididos por nuestras creencias, las cristianas –legadas por la nación americana- y las musulmanas –oriundas de África. A eso había que agregarle el temor a perder el precario empleo, a que se aprovecharan los blancos con su poderío sobre los afroamericanos.

A lo que quiero llegar es a que me entristecí muchísimo muchas veces; me entristecían esas divisiones internas hacia nosotros mismos como descendientes de color, y entre nosotros mismos como integrantes de una nación multirracial. Las minorías, en cualquier parte, siempre han sido objeto de rechazo, de mofa y de segregación de algún tipo.

Sin embargo, me levantaba más animado en mi corazón cuando los ojos de un niño de color me miraban en brazos de su madre o de la mano de un hermano mayor. Los abuelos con su ensortijado pelo blanco, con los ojos cansados del dolor vivido toda una vida. Todo eso me movilizó. Me movilizó a seguir hasta conseguir la declaración de derechos civiles, nuestra mayor conquista como nación, luego de la declaración de la Independencia y de la abolición de la esclavitud.

Poco antes de morir, recuerdo que la marcha de los pobres a Washington, que encabecé con todo mi corazón, me ayudó a madurar en mí aquellas palabras que fueron inspiradas por lo divino, me refiero a “I have a drem” –tengo un sueño- que aún hoy me emocionan profundamente. Fueron el canto de mi henchido corazón, que sintió la verdad de cada una de mis palabras y mi sentir de que eso es posible de conseguir.

Yo invito a cada lector de esta charla a que sueñe conmigo un sueño similar al mío, un sueño que sé compartido en cada corazón humano, incluso hasta el más cerrado. Es el sueño de una nación planetaria única, una nación estelar. Una nación que se presenta en un solo bloque, el que moviliza el corazón, el que le da sentido a la vida que se vive, y que nos permite, a todas y a todos, expresarnos genuinamente, enriqueciéndonos individual y grupalmente. He aquí mi sueño de entonces, que es el mismo, que siento y percibo en la humanidad actual. No lo dejen morir y hagan todo lo que esté de su parte para que se haga realidad. Recuerden que en la paz está la esperanza y la esperanza está en la paz.

TENGO UN SUEÑO

de Martin Luther King


Tengo un sueño,
un solo sueño,
seguir soñando.

Soñar con la libertad
soñar con la justicia
soñar con la igualdad
y ojalá ya no tuviera
necesidad de soñarlas.


Soñar a mis hijos
grandes sanos felices
volando con sus alas
sin olvidar nunca el nido.


Soñar con el amor
con amar y ser amado
dando todo sin medirlo
recibiendo todo sin pedirlo.

Soñar con la paz
en el mundo
en mi país
en mi mismo,
y quién sabe
cuál es más difícil
de alcanzar.


Soñar que mis cabellos
que ralean y se blanquean
no impiden que mi mente
y mi corazón
sigan jóvenes
y se animen
a la aventura,
sigan niños
y conserven la capacidad
de jugar.


Soñar
que tendré la fuerza,
la voluntad
y el coraje
para ayudar
a concretar mis sueños
en lugar de pedir por milagros
que no merecería.


Soñar
que cuando llegue al final
podré decir
que viví soñando
y que mi vida
fue un sueño soñado
en una larga
y plácida noche
de la eternidad.


Sergio: Martin, ni bien te sentía decir las últimas frases, sentí tu apasionamiento y la profundidad de tu convicción, de tu saber que eso es así de posible. No pude contenerme y lloro de alegría porque he sentido lo mismo que tú, muchas veces. Ahora, gracias a ti, vuelvo a sentirlo y me renuevo en mi propia esperanza y en mi propia capacidad de conseguirlo. ¡Gracias, Hermano!

ELFY, LA CLOROFILA DEL CORAZÓN

Sergio: Quiero compartir con ustedes esta conversación con Elfy, el ser estelar que está asociado a la clorofila de las plantas. Así que, Elfy, soy todo oídos.

clorofilaElfy: Ah, Sergio, qué bella ocasión para pillar al bribón. Con este suave cantar, que engorda mi corazón, quiero con voz fuerte gritar, ¡que el verde sea mi canción! Canción que atrapa el matiz de un color sin igual, un color con emoción.

Querido mío, el bribón al que me refiero en mis versos, y que te llamó la atención, es la ausencia de esperanza, la ausencia de corazón, es esa emoción soterrada y engañosa que suavemente y de a poquito te va quitando la alegría hasta hacerte ver el mundo como algo que no tiene vuelta a tras; al menos, por mucho tiempo.

A todas y todos les digo, ¡no es así! No es así que las cosas has de verlas, pues es así que consigues al bribón abrir la puerta del corazón. Puerta que luego cerrar cuesta un montón, pues ya la duda y desesperanza comienzan a avanzar, sin que nada se lo impida, en una ida y venida de sentimientos insanos, oscuros y mortecinos.

Queridos míos, soy el frescor del verde clorofila. Estos versos improvisados no tienen más propósito que el de llamarles la atención y no dejarles leer estas líneas sin ton ni son; que no sean un menaje más del día, sino un llamado de atención más que claro, fuerte y rotundo a no dejar que la desesperanza ni la desazón se instale en su corazón.

La frescura ya es una ganancia para toda la humanidad despierta, aliméntenla, báñenla con la luz y el calor de su sentir; déjenla crecer y denle potestad sobre sus vidas. Es así que nada los parará en su caminar por Tierra, nada. Recién, Martin King les hablaba del sueño que él comparte en el corazón de cada humano, esté en el plano que esté. Háganlo propio, vívanlo, respírenlo, vuélvanse uno con ese sueño y no dejen de soñar, porque es con el corazón que lograrán hacerlo realidad en todo y sus partes.

Hubo un tiempo en Tierra, un tiempo lejano y a la vez presente (siento que se refiere a que está aún en nuestros corazones) en que lo que el corazón sentía el humano lo manifestaba de inmediato. Ahora volvemos a acercarnos a esa realidad palpable para todos los verdaderos sintientes. Yo estoy ayudando a la limpieza de Tierra, porque el verde volverá a ser el color consciente, sintiente, en todo lo que les rodea, comenzando con ustedes mismos.

La frecuencia cromática del verde es Fa; armoniza profundamente, despierta auténticamente la alegría del alma, reconecta al ser con su niño vivo y el perdón a sí mismo y despierta y profundiza el discernimiento y la guía interior. Esto es lo que vengo a traer a la conciencia humana y planetaria, esto es lo que la Madre restituye en consciencia a cada uno de sus hijos y a cada una de sus hijas.

¿Saben qué es en definitiva todo esto? Sencillamente recuperar la capacidad de volver a conectar con la Fuente Única, volverlo a hacer directamente, sin la necesidad de depender del Ser, de la esencia, ni de ninguna otra itermediación. Es volver a conectarse directamente con la Fuente de una manera consciente, permanente y pura, como lo fue alguna vez.

Queridas y queridos míos, revuelquen sus corazones en el verde y déjenlo reponerse en él; el verde es el color del Sol, sencillamente porque es su luz y calor el que activa a la clorofila, verde por naturaleza, para manifestar la vida, para manifestarlos a ustedes en al verdad que realmente son.

Báñense en él, respírenlo, gócenlo y permítanse volver a la Madre de una manera inocente y pura, como lo es el niño y la niña que habitan en ustedes. Es así, entonces, que siendo verde en esencia, se otorgan inmanencia, se perciben con conciencia, ganada en verde paciencia, con la esperanza bien fortalecida, que la apariencia nunca abate, ni siquiera ante la más fuerte decadencia de esta sociedad ya muerta en esencia.

Amo a quienes son, y los amo por lo que en conciencia son, queridas y queridos hijos de la Madre son.