domingo, 10 de julio de 2011

FRYDERYK CHOPIN: HAY QUE IR TRAS LOS SUEÑOS, TRAS LOS CÁNTICOS DEL CORAZÓN

 

Sergio: Hola Fryderyk. Te he sentido presente estos días y para mí es un gusto poder darte la palabra.

Eres el máximo representante del Romanticismo, el que ha conseguido conocer al piano como ningún otro compositor de todos los tiempos. Nadie ha podido igualarte aún y eso te distingue.

Pero también lo hace tu sensibilidad extrema, tu manera de ir por la vida, la que finalmente te llevó a la muerte física, legando un tesoro musical que hoy es guía de todo aquel que se precie de tocar el piano.

Fryderyk, cuéntanos tu vida, tu sentir; tu relación con Polonia; tu relación con la escritora George Sand y la manera en que ahora ves tu paso por Tierra, de cara al actual estado de conciencia de la humanidad despierta. Adelante, querido Fryderyk.

Fryderchopinyk: La música, el piano y mis sentimientos profundos, marcaron mi paso por Tierra, allá por el Siglo XIX. Tuve muchas ayudas de seres de la vida de entonces y de seres que no estaban encarnados. Sin embargo, me costó, y mucho, poder congeniar mi mundo interno –riquísimo- y mi mundo exterior, apabullado por mi gran timidez y el hecho de ser un ser altamente sintiente.

Esa híper sensibilidad me ayudó con mi obra, pero destruyó mi vida en Tierra. Ya desde pequeñín me quedaba debajo del piano de mamá, alimentándome de sus notas, de sus bellos pasajes sobre el teclado.

Fui un niño precoz. Fui un niño del todo sensible; tanto, que lloraba abiertamente con la música exquisita de entonces. ¡Cómo me marcó siempre esa sensibilidad! Me volví rápidamente tímido. De cara a mi interior, desarrollé una vida exquisita, pero de cara al exterior, esa exquisitez no supe mostrarla bien, no supe encajarla en la vida de relaciones, con los demás.

De la única manera en que pude compatibilizar ambos mundos fue con mi música. Beethoven y Mozart, en mis comienzos, me dieron la inspiración clásica. Más adelante, lo haría John Field. Fueron mis tutores, ni bien comencé a caminar mi estrecha relación con la música.

¿Amores? En verdad, tuve uno solo y muy intenso. Fue con el piano. Logré conocerlo y comprenderlo como nadie entonces, y como nadie lo ha hecho aún. Lo sé. Pero así como fui un completo genio y establecí una relación de extrema exquisitez con él, no pude hacerlo con la gente que me rodeaba.

Mi primer amor humano fue una mujer a la que nunca pude expresárselo; es más, jamás supo que la amaba tan profundamente. Konstancja (estudiante de canto en el conservatorio), mi bella, Konstancja. De ese amor nacieron muchas de mis obras; era la manera de relacionarme con ella, mediante la música.

Paganini, ese virtuoso, me atrapó con su magnífica manera de ejecutar el violín. Él conseguía extraer de su caja de resonancia unos sonidos, compases y escalas que me dejaron absorto. Claro, me propuse hacer lo propio con el piano y vaya si lo conseguí. Mi estudio n° 1 op. 10, fue mi manera de agradecerle lo que me abrió en mi expresión con el piano.

Sergio: Fryderyk, ¿qué te ha movido tan profundamente en tu relación con el piano? ¿Qué fue lo que en él encontraste que se convirtió en tu único compañero y confidente?

Fryderyk: ¡Ah, mi piano, mi amado piano! Tantas veces lo he odiado como a nada ni a nadie entonces. Mi relación con él fue mi verdadero amor, lo confieso. Me sentí atraído por él desde que recuerdo y puedo decir que lo he comprendido como nadie entonces. Fue mi medio para expresar el sentir tan sensible y profundo que desarrollé en mi interior.

Él, el piano, por medio de mis composiciones, es mi más fiel expresión de quien he sido entonces. Mi tristeza, mi incapacidad de mostrar a los demás mis sentimientos, mi amor por Polska (Polonia) lo he dejado muy claro en mi posición como patriota y como músico. Mis polonesas, mis mazurkas; las obras populares que volqué en el piano, entrelazándolas con mi sentir, realmente muestran ese amor por mi tierra, amor que nunca me abandonó y que sigo sintiendo, más allá del tiempo.

El piano, querido mío, es un instrumento muy particular. Podría asemejarlo a un verdadero galimatías de cuerdas, martillos y clavijas, muy ordenadas, eso sí, que sus blancas y negras notas seducen a todos quienes se le acercan, sepan o no tocarlo.

Cuando me sentaba delante de él. Cuando me disponía a relacionarme con él, me sentía seducido como nada me ha seducido jamás. Él me invitaba a acariciarlo, a tocarlo, a golpearlo por momentos; era sentarme ante él y olvidarme del mundo al que no podía y no conseguía adentrarme, al mundo humano de sociedad. Entonces, ni bien mis manos se acercaban a él, mis dedos comenzaban a picarme, comenzaban a meterse en el alma del instrumento. Ya nada era más importante que correr con él y unir mi sentir con su expresión, aquella expresión que solo pude darle a mi vida a través de él.

Sí, tristeza y melancolía son parte de mis composiciones; pero también la sensibilidad delicada, refinada y suave, con arrebatos de exaltación totalmente sinceros, debo decirlo. Mis composiciones gritan el dolor y la angustia del alma humana incapaz de expresarse con un igual; pero también, expresan un recóndito deseo de paz, de paz.

Ser un hombre sintiente en profundidad, viviendo en un mundo humano indiferente y lleno de fría lógica, termina por minar la vida física hasta finalmente dejarla. Para mí fue más atractivo la ilusión y el idealismo, que esa vida humana sin sentir. Es muy difícil combinar ambas cosas; yo, no supe hacerlo, claramente no.

Mi música debe ejecutarse con precisión, si se la exagera, los matices se ensombrecen; cuando se altera, se deforma mi intención; para que sea viva, mi música tiene que contar con el estado de ánimo propio. De nada vale tener técnica, que es lógica, si no se vuelca en mi música el sentir exquisito que brota del corazón. Por eso, mi música es muy difícil de expresar; no cualquier pianista puede conseguirlo, pues es principalmente sentimiento volcado en notas, sentimiento volcado en el cuerpo, con el alma en los dedos, gustosa y a la vez apática de correr por el teclado; de caminar por él; de dejarse estar en silencios que traen tanta paz…

Sergio: Fryderyk; ¿te animarías a contarnos tu relación con la escritora George Sand?

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Ah; el fogoso Franz (Liszt), mi complemento en la música de piano, pero mi amigo del corazón (se refiere a que así como él es el romántico cadencioso del piano; Liszt, es reconocido como el virtuoso de la expresión fogosa, tremenda del sentir, volcado al piano). Él fue quien nos presento.

Amandine (George era su seudónimo de escritora) era todo menos femenina; vestía como hombre, andaba como uno, se codeaba con la alta sociedad, pero era una escritora excelente. Debo reconocer que ella me causó una impresión muy desagradable. Es más, no sabía si era un hombre o una mujer.

Ella tuvo la misma impresión de mí, ya que poco después supe que ella no sabía si yo era un hombre o una mujer. Pero lo cierto es que con cierta rapidez, terminamos viviendo juntos, ella, yo y sus dos hijos de su matrimonio.

Vivimos varios años unidos; para ella fui alguien importante con relación a sus dos hijos y para atemperar su fogosidad y manera de ser. Debo decir que me sentí contenido y amado a su manera; además, ella fue mi sostén con mi enfermedad muy avanzada. Pasamos en Mallorca un invierno inolvidable. Me siento muy agradecido a la vida por acercármela a la mía y darme así la posibilidad de vivir lo que todo ser humano está llamado a experimentar en la vida de relación.

En su presencia y con su apoyo, logré componer muchos de mis nocturnos, preludios y mazurcas; ella fue una magnífica compañera y creo que en algo yo pude acompañarla a ella y a sus dos hijos, que sin mi presencia, la hubieran abandonado pronto. En Mallorca se confirmó mi mal incurable, la tuberculosis.

Amandine, siendo tan fogosa e indómita, se encontró conmigo, frágil en mi cuerpo, pero firme en mi interior; creo que ella encontró en mí al único hombre que la supo acompañar, que la supo contener y reconducir. Sus celos y modos, tan propios de una artista como ella, la sumieron en muchos sinsabores innecesarios. Por mi parte, debo también decir que sé que no he sido fácil para nada.

Mi vida siguió ya sin ella y nada volvió a ser igual. Viajé a Londres, el mundo de la Revolución Industrial. Allí, la música era mecánica, como las máquinas inglesas a vapor. Qué salvajismo extremo, qué falta de sentimiento y de cuidado por la música… (se queda nostálgico)

Sergio: Fryderyk, para ir cerrando ya tu conversación, me gustaría que nos comentaras tu sentir con respecto a lo que es seguir el impulso del corazón, como tú lo seguiste en tu vida como compositor.

Fryderyk: Bueno, seguir al corazón en un mundo tan sin sentido como es el mundo humano de la Tierra…, requiere de coraje, de valor y de mucha determinación. Se trata de pararse ante el mundo para decirle quién es ese corazón sintiente al que generalmente la sociedad aborrece porque le hace doler.

Sin embargo, si se persiste y se consigue unificar ese palpitar interior que te impele a hacer lo que sientes hacer, entonces te regocijas en tu obra, en tu creación más pura. Seguramente no será bien recibido el modo de hacerlo, pero no menos cierto también es que si no se escucha y sigue el dictado del corazón, ¿qué sentido puede tener la vida tan miserable, lúgubre y chata que ofrece la sociedad del momento?

Hay que ir tras los sueños, tras los cánticos del corazón; él sabe, mejor que nadie, qué es lo que estamos llamados a caminar en la vida en Tierra. Vida, que se nos presenta con tantos momentos duros y otros pocos hermosos, pero que nos dan la impronta de nuestra existencia, la que nos hace quiénes somos y cómo deseamos vivirla.

Yo me refugié en la música para expresar mi sentir tan profundo e incomprendido, pero cierto es también que si uno no logra expresarlo, se queda en el interior, corroyéndolo hasta la muerte.

Exprésense en su genuino sentir, dejen que se manifieste como el corazón llama que lo hagan, quién mejor que él para hacerlo; quién mejor. Como seguramente diría Amandine: “la inteligencia busca, pero quien encuentra es el corazón”.

Yo, Sergio, me he sentido muy revuelto emocionalmente mientras recibía a Chopin.

Sergio: Fryderyk, ¿por qué has venido a mí? ¿Por qué me has elegido a mí para expresarte? ¿En qué punto sientes que tú y yo somos afines en la dificultad de expresar ese sentir en el mundo que nos rodea? Tú lograste expresar tu sentir mediante el piano; ¿qué consejo me das a mí para poder expresar mi sentir?, porque sé que no es casual que hayas llegado ahora a mi vida. ¿Por qué sientes que me revuelves tanto? ¿Qué nota estás tocando con tu piano dentro de mí?

Fryderyk: A las dos primeras preguntas te responderé que ha sido simplemente el rastro energético tuyo el que me guió hacia ti. Para poder expresarme como siento, he de hacerlo por medio de un ser también sintiente, y tú lo eres.

El punto aquél en el que nos tocamos, es el que nos dificulta en la expresión con los demás, es el que te ha llevado a vivir la vida con una riqueza pocas veces vista en la Tierra. Esa riqueza es muy amplia, como amplia es la estrella que te sostiene, y el Amor que te conduce. Mar es tu contención, como la mía ha sido la música y Amandine.

Yo, encontré en el piano mi medio de expresión, el que me dejó paz, al menos. Tú, lo tienes en tu arte de escribir, de cantar, de conducirte en la Naturaleza. Síguelos, porque es en ellos que podrás alcanzar paz.

Tus dos últimas preguntas son un tanto complejas de responder. No es una nota la que toco dentro de ti, ¡es un concierto! Te revuelvo porque tú, como yo en mi tiempo, no sabes de qué modo ubicarte en el concierto de la vida humana. Has intentado muchísimos modos; todos fracasaron para contigo, aunque no para con los demás.

La paz contigo es aquella que logras alcanzar cuando finalmente abandonas la búsqueda de modos de expresión que los demás puedan comprender. En mi caso, la música fue como yo conseguí hacerme oír en mi interior y de allí a mi exterior, aunque nadie pudiera realmente sintonizar conmigo, nunca. En el tuyo, has de buscar tu propia nota y modo de expresión para contigo mismo, primero, para luego verterlo en el exterior de aquel modo más próximo a tu sentir genuino y que los demás, aunque no te logren comprender, al menos, te verán exponiéndote en quien eres, en el modo que decides hacerlo.

Mar: Querido Chopin, cuánta razón del corazón tienen tus sabias palabras para Sergio, un ser tan cercano a ti, tan afín con tu exquisita sensibilidad. Gracias por tu aporte a la Grandeza de la Conciencia Humana, gracias.

 

UNA HERMOSA MUESTRA DE LA MÚSICA DE CHOPIN

Valentina Igoshina, Chopin, Fantasie Impromptu do menor, op. 66

http://www.youtube.com/watch?v=qa0Z6g1XJkU&playnext=1&list=PLF00755237C935A74

 

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